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La novela histórica no puede ser leída desde nuestra mentalidad del siglo XXI – Entrevista a Teo Palacios

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El autor, junto a Teresa Cendón, durante la presentación de “La Boca del Diablo”

Uno de los autores a los que sigo la pista desde hace años es Teo Palacios, quien vuelve a la carga este año con nueva novela, La Boca del Diablo, un apasionante thriller con forma de novela histórica. Es el mismo autor, comprometido como pocos con el oficio de escribir, quien nos desvela algunos aspectos de la obra en esta entrevista.

—Es habitual que los novelistas históricos se centren en una época o cultura en concreto a la hora de crear sus obras. Sin embargo tú has estado brincando de una a otra durante toda tu carrera: desde la Esparta arcaica en «Hijos de Heracles» a los tiempos contemporáneos a la guerra anglo-española, en «La Boca del Diablo». Sin olvidarnos de la Sevilla romana o la etapa de los Reinos de Taifas. ¿A qué se debe esta constante variación?
—A mí me gusta la Historia en general, y no una sola época. Lo que me llama la atención de la Historia son las diferentes culturas, las anécdotas, los personajes, los acontecimientos… Una de las cosas con las que más disfruto es con el aprendizaje que conlleva la escritura de una novela histórica. Y si ya he escrito sobre una determinada época, me resulta más interesante cambiar de espacio, bien sea moviéndome en el tiempo o en el terreno, porque eso me abre nuevos horizontes. De modo que cuando encuentro algo que me llama la atención, allá que voy, sea la época que sea. Yo sería incapaz de hacer lo de Posteguillo, por ejemplo, que ciñe sus novelas históricas al mundo romano. No digo que no sea interesante; digo que no es para mí.
—Tampoco pareces ser de los autores que se ciñen a la estructura clásica de la novela histórica. En ese sentido, tu última novela me recuerda a «El nombre de la rosa», que bajo su pátina histórica esconde en realidad una obra de misterio se diría que detectivesca. En tu caso, también utilizas elementos de la narrativa de misterio, con fuerte presencia de lo paranormal, para hacer avanzar una trama que deja lo histórico en el plano de la ambientación. ¿Qué te ofrece esta mezcla como escritor? ¿Y qué crees que puede ofrecerle al lector?
—Mis últimas novelas han sido una fusión de géneros, sí. Nos apetecía probar suerte, ver otras opciones, descubrir cómo las recibe el lector. El mundo editorial es siempre una gran incógnita y nunca sabes cómo van a ser recibidas tus novelas, así que ha sido casi un experimento en el que, por cierto, me lo he pasado teta escribiendo. En este tipo de obra cuya trama principal se basa en una investigación la carga histórica no es tan intensa como en otras como La predicción del astrólogo o El trono de barro, novelas que me llevaron varios años de trabajo en la planificación y escritura, de manera que trabajar con ellas en ese sentido es un poco más amable. Para el lector le proporcionan algo diferente, una lectura más ligera. Hay muchos lectores que piensan que la novela histórica es aburrida por definición, sin embargo una obra de las características de La boca del diablo puede ser una buena fórmula para acercarse al género.

—¿Crees que la clave para el éxito de la literatura pasa, aunque sea en parte, por la fusión de géneros?
—No necesariamente. Hay lectores de todo tipo, por fortuna. Hay quien no se saldrá del mundo romano, hay quien no leerá más que novela negra. Hay quien solo quiere leer romántica. Pero hay quien disfruta con una novela histórica de investigación. O una policíaca con tintes paranormales. La fusión de géneros simplemente permite que lo que a priori no te llamaría la atención pueda estar dentro de tu radar. Desde esa perspectiva es un buen método para descubrir géneros que no has tenido en cuenta previamente.
—La trama se inicia con la llegada del trío protagonista (dos inquisidores muy distintos entre sí y un soldado que les hace de guardaespaldas, Juan Lobo) a Casarrubios del Monte, una pequeña población toledana de cierta importancia en aquel momento. Allí han estado sucediéndose varias desapariciones de mujeres que llaman la atención de la Santa Inquisición ante los rumores acerca de que están relacionados con actos de brujería. Es un argumento contenido, centrado exclusivamente en la vida de los personajes y no en grandes momentos históricos concretos. ¿De dónde surgió la idea?
—Soy un apasionado de las historias de terror. Pero no de cualquiera, sino de aquellas que tienen que ver con aspectos paranormales: fantasmas, posesiones, casas encantadas… Hacía mucho tiempo que tenía ganas de llevarme eso a mi terreno pero no encontraba el modo de hacerlo. Hasta que por fin, después de ver Líbranos del mal, me di cuenta de que exactamente eso era lo que yo quería hacer: una investigación aparentemente normal que termina derivando en aspectos más oscuros. Lo único que tenía que hacer era encontrar la época, y entonces todo vino rodado, porque no ha habido más interés por el Demonio que durante el Siglo de Oro, cuando se desarrolla la demonología y la demonolatría en todo su esplendor. Al final, la escritura de una novela es algo lógico.
—Incorporar un elemento paranormal es algo tremendamente novedoso en novela histórica y en mi opinión muy jugoso. Sin embargo, también es un paso arriesgado. ¿Crees que los lectores de novela histórica más exigentes verán con buenos ojos la utilización de elementos tan enfrentados a una ciencia basada en la demostración de sus postulados?
—Pues dependerá del esfuerzo que estén dispuestos a hacer. ¿Cuánto estás dispuesto a abrir tu mente a otras posibilidades? ¿Cuánto estás dispuesto a situarte en la mente de una persona del siglo XVI que creía firmemente en la presencia real, palpable e influyente en sus vidas de los demonios? La novela histórica, toda ella, no puede ser leída desde nuestra mentalidad del siglo XXI. Hay que estar dispuesto a ponerse el traje de los personajes y adoptar su forma de pensar. Estoy seguro de que a algunos lectores no les gustarán determinadas escenas de la novela, no le resultarán creíbles. Sinceramente, no me preocupa. Habrá otros que estarán encantados con ellas y dirán que ya era hora de que alguien escribiera algo así. No se puede gustar a todo el mundo y desde luego no es lo que pretendo.
—De hecho, gran parte de la promoción de la novela va a estar encaminada en esa dirección, con eventos en los que pretendes tratar el tema de la brujería y cómo actuó la Inquisición ante ellos. ¿Fue tan contundente como siempre se nos ha contado?
—La Inquisición Española fue terrible, dejemos eso claro desde el principio. Sin embargo, en el s. XVI fue mucho menos agresiva que en Francia, Italia, Alemania… En estos países se llevaban a cabo la quema de centenares de brujas. Hubo un juez francés que en solo cuatro años quemó en la hoguera más de 600 mujeres acusadas de brujería. En España eso no ocurrió y fue, precisamente, gracias al trabajo de Alonso de Salazar, hermano de Fray Bernardo, uno de los protagonistas de la novela, quien investigó el famoso caso de las brujas de Zugarramurdi y demostró con hechos que las acusaciones de brujería eran en su mayor parte mentiras e intentos de sobornos de unos vecinos a otros, incluso de venganzas personales. Este caso, este inquisidor por sí solo, detuvo lo que en España podía haber sido una auténtica locura. Afortunadamente no fue así.
—Entre los personajes, me llaman la atención los dos inquisidores. Uno de ellos, fray Gonzalo, sigue las premisas que todo buen inquisidor que se precie: es un fanático religioso, inflexible y obtuso. Sin embargo, su compañero, fray Bernardo, es todo lo contrario: amable, reflexivo y de mente abierta. ¿Cómo puede tener cabida un hombre así en una institución como esta?
—Porque de hecho los hubo. Me remito al caso de Alonso, repito, hermano de Bernardo, que comentaba anteriormente. Los dominicos eran exaltados y fanáticos. Pero no eran los únicos inquisidores. Los franciscanos, mucho más abiertos y racionales, también realizaron ese trabajo. Es lo mismo que se puede ver en El nombre de la rosa, que mencionabas antes: allí encontramos a un dominico y a un franciscano. Uno de ellos ve al diablo y las brujas por todas partes. Otro, en cambio, procura encontrar respuestas racionales a lo que ocurre. Más tarde la Inquisición se radicalizó aún más, y entonces todo terminó por írsele de las manos definitivamente.
—¿Cuáles son tus planes tras «La Boca del Diablo», hasta donde puedas contar? ¿Vas a volver a saltar de época, o estamos ante el inicio de una saga?
En principio, la idea es regresar a la novela histórica tradicional, que me apetece, y detener las novelas de investigación. Tengo un proyecto en el que repito época, pero no lugar. Me iré al siglo XI, donde ya transcurre La predicción del astrólogo, pero situaré la acción en el norte. No obstante, todo depende, claro… Si resulta que de La boca del diablo vendemos una millonada de ejemplares, replantearemos el futuro.


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